El número de muertos por COVID-19 cayó en picada entre los vacunados con bivalentes

Después del éxito que tuvieron las vacunas desarrolladas por la ciencia y aprobadas para enfrentar al coronavirus SARS-CoV-2 que causa la enfermedad COVID-19, el virus comenzó a mutar para sobrevivir. Y vinieron las distintas variantes. Las más conocidas fueron Alfa, Beta, Gamma, Delta, Lambda y, finalmente Ómicron, que acumuló 30 mutaciones en la proteína S, la llave con la que el virus entra a las células humanas.

Las vacunas contra el virus original, conocido como el de Wuhan, por el nombre de la ciudad china en que surgió por primera vez, siempre fueron efectivas para evitar el desarrollo de la forma grave de COVID-19, es decir para prevenir que la persona inmunizada llegara a ser hospitalizada o muriera. Y en un primer momento brindaba una alta protección para evitar contagios. Pero todo cambió en noviembre de 2021 con la llegada de Ómicron, descubierta en Sudáfrica.

Esta variante lograba evadir la protección de las vacunas para evitar contagios, aunque los inoculantes monovalentes continúan sirviendo para evitar, en la mayoría de los casos, que una persona termine con un respirador artificial en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Pero esa mutación obligó a los científicos a desarrollar una nueva arma para combatir el virus y, ahora, en especial a Ómicron y sus subvariantes. Estas últimas significaron el perfeccionamiento del patógeno para contagiar más y así sobrevivir en el tiempo. Se trata de BA.1, BA.2, BA.4 y BA.5, y las últimas BQ.1, B.Q.1.1, BF.7, XBB y XBB.1, a las que algunos científicos fueron poniendo nombres de fantasía como “variante sigilosa o “perro del infierno”, entre muchas otras.

Por eso, en enero de 2022 los laboratorios estadounidenses Moderna y Pfizer, en asociación con la alemana BioNTech, actualizaron sus innovadoras vacunas contra el coronavirus desarrolladas bajo su plataforma de ARN mensajero, para crear las nuevas armas para derrotar la pandemia: las vacunas bivalentes que combaten tanto la variante original como a Ómicron.

A pocas semanas de que en muchos países del mundo se estén aplicando ya esas vacunas bivalentes comenzaron a aparecer los datos en torno de su efectividad para combatir la forma grave del COVID-19.

El prestigioso cardiólogo, genetista y experto en pandemia, Eric Topol, mostró este martes los últimos datos de protección del refuerzo bivalente para evitar muertes por COVID-19, elaborados por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) que indican una “reducción de muertes en comparación con los no vacunados, en la edad de 65 a 79 años” del 83% para quienes recibieron 2 inyecciones, sin refuerzo reciente (más de 6 meses), y con “refuerzo bivalente [del] 93%”. En el caso de los mayores de 80 años la reducción de muertes en comparación con quienes no estaban vacunados fue del 72%, entre quienes no recibieron un refuerzo reciente, es decir en los últimos 6 meses o más, y entre quienes recibieron el “refuerzo bivalente 87%”.

De acuerdo con el informe de los CDC a los que tuvo acceso Infobae “todos los grupos vacunados tenían un riesgo general más bajo de morir por COVID-19 y dar positivo por COVID-19 en comparación con las personas que no estaban vacunadas”.

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